by Danna Martínez
The big apple, the city that never sleeps, the capital of the world, New York City! I was always interested in understanding what it feels like to be just another New Yorker, actually, just another American. Last week I had the opportunity to get to know the famous and admired city of New York, and I have to say, what an experience!
Since I was a toddler, I knew that at some point, sooner or later, I would get to join the city; after all, it is my birthplace. But I never realized that this moment was getting closer and closer. Every step I have taken, every person who has helped me along the way, every lesson, and every failure has been my authentic flight ticket. That was how I got to New York City.
Once there, I remember getting out of the subway and looking up at the eternal skyscrapers. Just by paying attention, you can feel how the cars sweep away with the wind, and the city’s rhythm consumes you more and more until you end up not knowing where you were trying to go. “It’s a New York effect,” they told me.
When you arrive at a new place, you are amazed at the infinity of things you probably did not know, and you can even lose concentration a little. That happened to me. Maybe I’m using that excuse to avoid the fact that I got lost so many times in the same place. But who can blame me? In New York, you find a whole different world just by crossing the corner.
You would think that a big city is bustling, busy, and crazy in the day. I found this city is the same at night. Even if you are in the less crowded area of the city, you will be able to feel the vibe of the passing trains, the whispers and footsteps of people walking, the background music, and even the conversation of your neighbors.
If there is something true about NYC, it is everyone is close, very close. You can be calm because whatever happens, there will always be someone there. Perhaps it is a friend, relative, neighbor, or compatriot; Or maybe it’s just a stranger staring at you. In any case, there will always be someone there 🙂
NYC is a city well known worldwide. I must say that many of the cliches I heard were false; some were true. There is one cliche that says, “New Yorkers are rude and unfriendly”, but that’s not true. You do feel like an ant though because you are in the midst of millions of people in just one city.
Yes, as expected, I talked to strangers. I found mysterious objects in the middle of nowhere. I stumbled on the odd steps. I even invented a couple of stories about where I came from and who I was to tell strangers to protect me from danger. Now all the adventures in the Big Apple are memories.
Each experience is different. During my travels I thought, out of millions of people, you may be the one who dropped his hat on the subway tracks… the one whose metro card did not work and watched as the train left the station… you can also be the one who had an uncomfortable encounter with the iconic New York rats. Nevertheless, you may be the lucky person who got good discounts on clothes or the fortunate one the subway manager allowed to pass without paying. You can also be the one to find grace and beauty in the chaos of the city.
NYC is shocking, positively or negatively dependent on who you ask, but it’s still shocking. NYC’s mosaic of cultures remains latent today, yesterday, and always; it breathes and is alive.
In my opinion, there is no better place for a future reporter than a place full of stories to tell. NYC is one of those places. I know there are stories because when you catch second glances with a stranger, you are, in fact conveying two different stories of sacrifice, effort, and beyond all, experience.
Even though at times on my trip I was lost, alone and scared, I would go again without hesitation. In New York City, as well as in everyday life, you don’t find only black and white, nor just gray; it is a rainbow of colors and emotions.
I loved it.
En un estado de ánimo de Nueva York
Por Danna Martínez
¡La gran manzana, la ciudad que nunca duerme, la capital del mundo, La Ciudad de Nueva York! Siempre estuve interesada en saber qué se siente ser una neoyorquina más, de hecho una americana más. La semana pasada tuve la oportunidad de conocer la tan famosa y admirada ciudad de Nueva York, ¡vaya experiencia!
Desde pequeña sabía que en algún momento, tarde o temprano, yo conocería la ciudad; al fin y al cabo es mi lugar de nacimiento. Pero nunca caí en cuenta de que ese momento estaba cada vez más y más cerca. Cada paso que he dado, cada persona que me ha ayudado en el camino, cada lección y cada fracaso han sido mi verdadero boleto de vuelo. Fue así como llegué a La Gran Manzana.
Recuerdo salir del metro subterráneo y elevar mi mirada hacia los eternos rascacielos. Tan solo con prestar atención, se puede sentir como los carros arrasan con el viento y el ritmo de la ciudad te consume cada vez más y más hasta que terminas sin saber hacia donde estabas caminando. “Es un efecto Nueva York” me decían.
En el momento en que llegas a un lugar nuevo te asombras de la infinidad de cosas que probablemente no conocías, puedes hasta perder un poco la concentración. Eso me paso a mi. Tal vez estoy usando esa excusa para evadir el hecho de que me perdí tantas veces en el mismo lugar. Pero como culparme? En Nueva York te encuentras con un mundo diferente tan solo con cruzar la esquina.
Pensarías que una ciudad grande es muy ocupada y alocada en el día. Pues también lo es en la noche. Así te encuentres en el rincón menos concurrido de la ciudad podrás sentir la vibra de los trenes pasando, los susurros y los pasos de las personas al caminar, la música de fondo, y hasta la conversación de tus vecinos.
Si hay algo cierto en La Ciudad de Nueva York, es que todos están cerca, muy cerca. Puedes estar tranquilo porque pase lo que pase siempre habrá alguien ahí, tal vez sea un amigo, familiar, vecino, o compatriota; o tal vez sea solo un extraño observando. Pero siempre habrá alguien ahí 🙂
Nueva York es una ciudad muy conocida mundialmente. Debo decir que muchos de los clichés que escuche eran falsos, algunos otros si eran ciertos. Hay un cliché que dice: “Los neoyorquinos son groseros y antipáticos”, pero eso no es cierto. Sin embargo, te sientes como una hormiga cuando estás en medio de millones de personas en una sola ciudad.
Si, como era de esperarse, hable con extraños, encontré objetos misteriosos en la mitad de la nada, tropecé en alguno que otro escalón, e incluso inventé un par de historias sobre de dónde vengo y quién era. Ahora todas las aventuras en la Gran Manzana son recuerdos.
Cada experiencia es distinta. En mi viaje pensé, entre millones de personas, tú puedes ser al que se le cayó el sombrero en el carril del tren… a quien no le sirvió la tarjeta del metro y vio como el tren dejaba la estación, y tu puedes ser el que tuvo un incómodo encuentro con las icónicas ratas de Nueva York. Pero también puedes ser el afortunado que consiguió buenas rebajas en ropa, a quien el dirigente del metro dejó pasar sin pagar. También puedes ser tú el que encuentres la gracia y belleza en el caos de la ciudad.
Nueva York es impactante, positiva o negativamente depende de a quién le preguntes, pero sigue siendo impactante. Este mosaico de culturas permanece latente, hoy, ayer y siempre, respira y está vivo.
En mi opinión, no hay lugar mejor para una futura reportera que un lugar lleno de historias por contar. La ciudad de Nueva York es uno de esos lugares. Porque cuando piensas que solo cruzas miradas con un extraño, en realidad se están cruzando dos historias de sacrificio y esfuerzo, pero sobre todo de experiencia.
Aunque a veces en mi viaje me perdí, y sentí sola y tal vez asustada, volvería a ir sin dudarlo. En Nueva York, asi como en la cotidianidad, no solo encuentras blanco y negro, ni tampoco solo gris, es todo un arcoiris de colores y emociones.
Simplemente me encanto.
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