05/07/2024
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por Danna Martínez

¡No hay mejor oportunidad para ser magnánimo que en la temporada navideña! El clima se vuelve más frío pero los corazones más cálidos. En esta época del año, recordamos especialmente las cosas que nos alegran y por las que merece la pena agradecer. Además, este momento es la ocasión ideal para fortalecer nuestra relación con los demás y mostrar aprecio a través de nuestras acciones.

Aristóteles creía en la ética y especialmente en la grandeza del hombre. En opinión de este gran pensador, una “buena” persona -una magnánima- destacaba por su virtud de la justicia y su constante tendencia a perfeccionarse como persona. La magnanimidad es la virtud que nos hace darnos cuenta de lo hermoso que es tener una gran mente y, además, un gran corazón.

Etimológicamente hablando, magnanimidad es un término derivado del latín magnanimus. Este adjetivo sugiere bondad, humildad y benevolencia para quienes lo abrazan. Algunos conceptos asociados pueden ser desinteresados, altruistas, generosos, caritativos y misericordiosos.

La magnanimidad es la virtud de ser grande en alma, mente y corazón. Dentro de nuestras cualidades humanas está la pasión por ayudar a los demás. Cuando hacemos algo bueno por nuestra familia o amigos, mostramos generosidad y, por tanto, magnanimidad. Alabar a alguien, mantener una actitud positiva o simplemente sonreír son algunos de los pequeños actos que nos hacen grandes de corazón. Ser enfáticos y aceptar nuestro valor, así como el valor de los demás, fortalece nuestra mente y también nos ayuda a ser mejores.

Ser generoso y reunirnos con las personas que nos rodean es una de las principales características de la magnanimidad. Aunque muchas veces ser generoso significa mostrar nuestro agradecimiento a través de un regalo, existen múltiples formas en las que podemos compartir con los demás. Dar nuestro tiempo, disposición y amistad son algunos de esos detalles magnánimos, incapaces de ser envueltos pero sin duda significativos.

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